¿Quién no ha oído hablar de la Virgen del Carmen, de hombres y mujeres de la talla de Juan de la Cruz, Teresa de Avila, Teresita de Lisieux, Edith Stein...?

Pues precisamente la gran familia Carmelitana es un grupo de hombres y mujeres que desde el s. XIII hasta el día de hoy, dentro de la Iglesia Católica han desarrollado un fino olfato de buscar a Dios en el silencio y la contemplación y de manifestarlo en el duro combate de la vida, de la historia, al estilo de Elías y “los hijos de los profetas” en la cima del bíblico Monte Carmelo. Una historia que siempre ha sido una búsqueda de la justicia y de la vida (Yavhé, es el Dios de la liberación, de la alianza, de la fidelidad, del amor y de la ternura hacia los pueblos oprimidos).

El Carmelo es eso: búsqueda del Dios de la justicia, del amor y lucha incansable por darle a conocer con el ardor y celo de Elías.

Así brevemente y de un plumazo sintetizamos siete siglos de existencia. Siete siglos de búsqueda incansable del verdadero rostro de Dios y servicio a la Iglesia.

El año 1989, un grupo de estos hermanos Carmelitas con la esperanza de establecer un mundo mejor y más solidario intentan ofrecer el mensaje de Jesús el Buen Pastor a los pobres,  enfermos, necesitados, y marginados,